No es la caída, sino el aterrizaje.

See ei kuulu, kuid maandumist

País: Estonia

Director: Arvo Jaak

Género: Cuando la violencia es golpeada.

La gente muere, y a menudo lo hacen violentamente; reciben un tiro en la cabeza y en la panza, dejando una extraña expresión en el rostro. Hay quienes pierden, literalmente, la cabeza, pues alguien se las cortó. No falta el cuerpo que es arrojado en un incinerador, y aquel otro que fue invitado a ingresar debajo de una aplanadora de concreto. Una mujer ordena la muerte de su esposo y la amante de este. Un hombre paga por que secuestren a su esposa. Pero si esto es contado bajo la forma de una comedia, el complot es un elemento importante de la historia que puede cambiarlo todo; un niño es secuestrado y es secuestrado a quienes lo secuestraron, un criminal realiza un robo y termina evitando otro robo, un asesino mata por error a quien lo contrató. Ni para los criminales el crimen es algo seguro. El caos es, quizá, lo único que realmente viene con garantía ya que siempre algo puede salir mal – y muy probablemente lo haga. El paroxismo de este principio queda claramente expresado en la más reciente cinta del estonio Arvo Jaak No es la caída, sino el aterrizaje (2012).

Un grupo de amigos se trepan a un avioneta con la intensión de aventarse de paracaídas. Todo va de acuerdo a lo planeado. La avioneta gana altura, el tiempo es magnífico y la emoción es intensa. Uno a uno se arrojan del avión y después de un momento se toman de las manos formando un círculo de cuerpos en caída libre. Una hermosa figura aérea. A los pocos segundos se sueltan y van abriendo sus paracaídas para disfrutar de la última parte del descenso. Pero uno de los paracaídas no abre. Todos piensan que su amigo está alardeando como suele hacerlo, pero una vez que pasa la altura mínima donde el paracaídas se debería abrir automáticamente, todos empiezan a gritar. Lo interesante de esta secuencia no es tanto el detalla en la descripción del accidente por venir, sino que en ningún momento la narración previa nos acerco al personaje en vías de integrarse con el suelo. Tal como si el director quisiera obligarnos a mantener la distancia con todos los paracaidistas, y es solo hasta el momento que sus amigos gritan su nombre que nos enteramos cómo se llama: Jan. Entre esos últimos gritos y el aterrizaje de Jan ocurre el resto de la película, no como un veloz flash de su vida antes de morir, sino como un error completo, final feliz incluido.

No es la caída, sino el aterrizaje (2012) está dedicada a la siempre taquillera comedia de violencia, y la simple sugerencia de que la violencia en la vida es principalmente no maligna ni planeada, sino desordenada, tal como aparecen los romeritos en cualquier plato en cena de fin de año, nos hace sonreír, reconfortándonos un poco. Pero dicha sutileza desaparece cuando notamos la enorme cantidad de sangre que hay a lo largo del film. Y aún con esto tal parece que tampoco nos sorprende pues nos parece normal. La película se siente un poco pesada, no tanto por el ritmo de edición (aunque sí lo es), sino porque está editada para acentuar las pausas cada vez que un personaje reflexiona sobre lo que acaba de suceder. En No es la caída, sino el aterrizaje no hay un solo personaje que no parezca extraño a pesar que se trata de gente ordinaria, pero cuando tienen que decir sus líneas de diálogo hablan como si estuvieran doblados en los estudios de Televisión Azteca. El mensaje, creo yo, es, a pesar de todo, la vida continua y en el mundo hay tanto gente normal actuando raro tanto como psicópatas haciendo lo correcto. Pero toda esta tesis se podría resumir en que lo ordinario, es tan aburrido como cualquier matrimonio, pero rarísimo como cualquier otra cosa.

Jan es el hijo de un nuevo rico cuya fortuna es de origen ilícito, y él como buen junior busca impresionar al padre en su mismo terreno. Un sinnúmero de planes malévolos pasan por la cabeza de Jan, y obviamente ninguno le sale bien, pero eso sí, deja una estela de muertos y mutilados solo comparable con los que Tarantino ha acumulado en todas sus películas. Pero Jan está más emparentado con Pinky y Cerebro (Tom Ruegger, 1995-1998) que con The Bride (Kill Bill, Tarantino, 2003). La ambición de Jan es la misma de Cerebro: tratar de conquistar el mundo, pero Jan carece por completo de la salvaje imaginación de Cerebro. En una de las secuencias más logradas del film, Jan se renta como matón de ocasión de uno de los socios de su padre; la misión es eliminar a un comerciante que se rehusa a pagar su derecho de piso. Jan se hace acompañar por otros dos matones y traza un complejo plan para eliminar el cuerpo una vez hecho el trabajo. Si bien logran su cometido, al momento de desaparecer el cuerpo lo entierran dentro de una propiedad cuyo dueño es el socio del padre, que al enterarse le ocurre un arresto coronario.

Pero no me malentiendan. Jan no es tonto, tan solo carece por completo de imaginación. El film no termina con el accidente de paracaídas de Jan, quien de una torcida vuelta de tuerca fílmica aterriza justo a mitad de un breve lago. Hospitalizado, enyesado totalmente y en estado de coma, Jan es arrestado por una muy agradable pareja de policías y por un crimen administrativo que en realidad él no cometió: multas de tráfico. Toda la obra de Arvo Jaak está repleta de giros como este, pero no siempre están tan bien contados como en No es la caída, sino el aterrizaje. La madre del fallido criminal le susurra al oído “Hay más en la vida que el dinero, ¿sabes?” pero no resulta claro que Jan hubiera podido entender eso aún despierto, mucho menos en coma. La violencia es latente y lista para caer sobre cualquiera, tan solo tienes que esperar por la gente impaciente, inimaginativa y que olvida abrir el paracaídas.