Después de la Orgía

Efter Orgie

País: Dinamarca

Director: Dagmar Overgaard

Género: ¿Alguien trajo papel del baño?

Después de la Orgía está clasificado como un film sobre sexo y muerte, mucho acá y más allá, y ocasionalmente se ven cosas así durante la proyección, sobretodo en las últimas filas de la sala. Todos sus momentos interesantes, no obstante, son alrededor de otra cosa: estilo, planeación, miradas y silencios. Cada personaje tiene una película que se proyecta en su cabeza, y cuando una hermosa joven llamada Christine, a punto de ir a la orgía en la que tan activamente ha participado en la planeación, y puesto, literalmente, algo de sí misma hasta en los más mínimos detalles, detiene su auto y llora desconsolada, de alguna manera sabemos de inmediato que no podrá llorar así fuera del auto. Ella está escuchado por la radio Bésame mucho de Consuelo Velázquez con la infame interpretación de Enya. Hay aquí un riesgo extremo de sucumbir al cliché, pero no hago más que seguir al director Dagmar Overgaard en su escabroso camino, y tratando de evitar su irascible obviedad. En la película vemos jóvenes universitarios actuando como jóvenes universitarios inescrutables, o al menos eso es lo que intentan al ser ellos mismos.

El establecimiento del film es rápido y vertiginoso. Un grupo de estudiantes excitados por la lectura de las obras de Donatien Alphonse François de Sade, deciden trasladar todo el imaginario de sus lecturas a la vida real. Y para graduarse organizan detalladamente una masiva y brutal orgía durante varios días en una casa de campo y cuyo vecino más próximo está a varios kilómetros por carretera. El día previo a la orgía todo procede tal como lo tienen planeado, aunque un poco lento, no tanto por la logística en sí, sino porque estamos hablando de una película que ronda las cuatro horas de duración. La historia de Después de la Orgía se trata sobre cómo sobrevivir al típico final de “y se vinieron felices para siempre”, pero el director halló una ruta cinematográfica muy eficiente para que la virgen le hable al oído durante horas antes de, – ¡oh sorpresa! -, mostrarnos, o al menos sugerirnos, un más allá de la orgía.

¿Qué sucede con los jóvenes después de la tan añorada orgía, que les proporcionará no solo todos los placeres que habitaban su deseo, sino también la ruta libre para experimentar con los límites del cuerpo y del placer? ¿La muerte? ¿El irreductible arrepentimiento? ¿El gusto por el olor a pescado? No, no necesariamente, o por lo menos eso es lo que el director quiere dejar claro a lo largo de este su último largometraje antes de anunciar públicamente que el cine lo tiene sin cuidado, pintando así definitivamente su raya delante de sus colegas del movimiento cinematográfico danés Dogma 95. Al finalizar la orgía los personajes caen en un sopor casi suicida. Agotados los estímulos sobre el cuerpo, empiezan a surgir, violentamente, todas las emociones pero sin deseo ni sexo de por medio. Pero un momento ¿acaso hay emociones no sexuales de las que valga la pena filmar una película que cargue con la palabra orgía en el título? El escenario es desolador y el aburrimiento es atroz. Si durante La grande bouffe (Ferreri, 1973) un grupo de sibaritas encabezados por Marcello Mastroianni y Michel Piccoli se reúnen para comer hasta reventar y morir entre sonoras ventosidades expedidas por el ano, en Después de la Orgía solo algunos de los protagonistas mueren no de agotamiento, sino buscando el estímulo último en sus cuerpos, pero la gran mayoría sobreviven para sucumbir delante del resto de las emociones no sexuales que hasta ahora descubren que poseían. Christine, una de las protagonistas principales, descubre súbitamente que lo suyo no es la entomología, sino la creación de crucigramas. Nils Peter, hijo de un pastor luterano, decide que ya no quiere alcanzar el nirvana, sino simplemente se conformaría con la mucama. Y Carsten, el generoso patrocinador del evento, se topa de frente ante la cruel evidencia de que lo suyo es la ordeña de vacas.

En una larga entrevista concedida al semanario Der Spigel, el director habla generosamente sobre todas las porquerías que él mismo tuvo que hacer antes de iniciar la filmación. Pero pienso que el más grave problema de la película yace en esta perspectiva: ¿cómo hacer bien las porquerías sin un doble de porquerías? Justo a la mitad del film, este problema se vuelve muy claro, aunque no impide a la historia avanzar. El principio de que las porquerías se pueden agotar irremediablemente, es justo lo que persigue el film. Uno puede meterse mano, e incluso puede ser asistido por más personas, pero una vez explorado todo el espectro de estímulos lubricantes del cuerpo, espectacularmente fotografiados al grado que pareciera más un comercial de cereal cubierto de un prístino chocolate rociado por una leche perfecta, la curva de relajación es más bien una caída libre. Esto no significa que las detalladas escenas durante la orgía carecen por completo de conflicto, sino por el contrario, los actores no paran de referirse a sus lecturas de Sade así como a las contradictorias interpretaciones que tienen entre ellos. “¡Quítame de encima tus pasiones de tercer grado y mejor termina de tragarte la descarga que acumulamos por la mañana!”

Recuerdo aquí ciertos comentarios de Roland Barthes sobre algunas escenas de Sade: “complejidad de combinaciones, parejas contorsionistas, todo está más allá de la naturaleza humana.” Pero ese más allá parece estar, para Dagmar Overgaard, todavía mucho más acá. Durante una buena parte del tiempo que dediqué a ver Después de la Orgía, me esforcé de sobremanera en interpretar una aguda sensación de déjà vu, no estaba frente a un grupo de universitarios sobre educados y sobre excitados a las afueras de Copenhague, sino eran otros los protagonistas y otro el lugar. Sade estaba presente, el aburrimiento era absoluto, así como la total carencia de cualquier rastro de inteligencia. Entonces lo supe. Ésta es una vecindad en los años setenta, hay un adulto vestido de vagabundo viviendo en un barril y suena una horrenda versión de la Marcha Turca de Beethoven. En Después de la Orgía los protagonistas fallecen en lo más profundo de sí mismos, y junto con ellos nuestras esperanzas de que a través del sexo pudiéramos alcanzar un poco de iluminación.

4 comentarios en “Después de la Orgía

  1. Sobre el problema de la necesidad de los dobles para las «porquerías». El director de la película tenía tres opciones:
    A) No filmar las porquerías explícitamente, solamente contarnos una historia posterior a ellas. Una línea parecida a la de hacer un documental sobre una masacre sin filmarla en vivo.
    B) Elegir otros actores. A veces los actores mejor parecidos no pueden olvidarse de sí mismos y apropiarse de los personajes. Puede ser el caso de que se necesiten los dobles porque el director les asignó a los actores principales un papel para el que no estaban capacitados.
    C) No forzar ni la historia ni las escenas. Puede ser el caso de que los actores estén a la altura del papel que les tocó desempeñar, y que hayan interiorizado tanto los personajes que les tocaron, que ahora sean los personajes los que marcan el rumbo de la historia, desacatando en cierta medida los deseos del director. Para que a los personajes les sea «natural» hacer las «porquerías» que el director les asigna, éstas deben ser consecuencia de la historia previa a las mismas.
    Como diría Nils Peter:
    No es un secreto
    Ni El Nirvana
    Ni La Mucama
    Se alcanzan por Decreto.

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